Hace mucho tiempo cuando el continente americano contaba
con apenas algunas tribus indígenas, existió una que se hacía
llamar los hijos del sol, llamados así porque el buen trato que
reinaba entre sus habitantes era la luz de vida.
Según ellos su mayor Dios era el sol quien les permitía la
cosecha, la fertilidad de sus tierras y así como su luz iluminaba
sus aldeas, el buen trato debía iluminar sus vidas.
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